6 años, 8 meses, 1 día, 8 horas, 1 minuto.
La puta de mi memoria, soberbia y traidora me evoca, tardíamente, lo que eludí por años.
Hoy camino a casa, la lluvia imperante me envolvió de pena.
Me acordé de él, la primera persona que hizo latir mi corazón (si, a los 4 años)
Aquel que ya no está, aquel que siempre recordaré de manera especial.
Sólo que ahí está el problema.
No logro recordarlo.
¿Por qué puedo recordar cosas triviales, como el rostro de algunas personas de la calle,
locomoción o transeúntes cualquiera, y no a él?
No lo recuerdo, nada.
Sólo tengo su imagen de la infancia, pero dónde, ¿dónde están sus últimos años?
¿Sus últimos días, horas o minutos?
Mi memoria me traicionó. Dio en el clavo
Recordar su concepto es fácil, es muy simple.
Su imagen ya no existe.
No logro encontrarla.
Me aterra, me siento temblorosa, telúrica.
Creo que ahora, al fin y al cabo, puedo despedirme.
Llorarte.
Cerrar este ciclo personal arremetido.
Discúlpame si en tu funeral, tu adiós, no derramé lágrima alguna.
No podía asumir esto, lo que ahora me cae y me destroza.
Llorar es lo que más me cuesta en esta vida, lo que más contengo.
Pero ya no doy más, la lluvia y yo, juntas, hacemos un río de penas y amarguras.
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